jueves, 23 de julio de 2015

EL OTRO LADO DE LAS COSAS

Ayer miércoles, partimos temprano, a las 5 de la mañana, hacia Guaranda con el P. Pedro y tres jóvenes de la parroquia, Amilkar, Elyan y Stalyn. Concretamente fuimos a San Simón, un pueblo indígena formado por 18 comunidades de indígenas y mestizos que viven, como buenamente pueden, en la zona de vegetación y montañas. 

Al llegar allí nos recibió Mónica, una mujer entregada a la vida, un gran testimonio para nosotras. Nos acogió en su casa junto con el P. Washington, párroco de San Simón, y nos ofreció un desayuno maravilloso, con jugo de tomate de rama y panecillo ecuatoriano. Una mujer que saca su casa adelante, a sus tres hijos y a su padre. Los dos niños más pequeños, Mateo y Sheila, nos enamoraron completamente. El pequeño Mateo, ve al Padre entregado a las vidas de San Simón y quiere ser como él cuando sea mayor, padre. Sheila, una niña adorable y buenísima de 12 años, que seguramente venga para aquí para Quito en los próximos días, la acogeremos y formará parte de los campamentos vacacionales, talleres para jóvenes y formación en inglés para el próximo curso.


¿Por qué supone Mónica un testimonio para nosotras? Realmente es una mujer que te transmite amor, serenidad, entrega y fe, MUCHA MUCHA FE. Nunca pierde la sonrisa pese a las desventuras de la vida, perdió a su marido hace 7 años, padre de los niños y saca a su familia adelante y ayuda al párroco día a día con la mayor ilusión del mundo y abre los brazos y la puerta de su humilde casa a quien haga falta. Ya tenemos ganas de volver a verla pronto, cuando vayamos a misiones.

Estuvimos conociendo con el Padre Washington, 5 comunidades indígenas de San Simón. Imaginaros, 4 tablas puestas a ras del suelo, sin agua, sin luz, sin alcantarillado, casi siempre húmedo por los pequeños chubascos y entre "casa" y "casa", caminos, vegetación y largos caminos de nuevo. Alguna familia puede tener una vaca, o una oveja y algún perro siempre.  Cada comunidad está compuesta por unas 30 familias y muy alejadas de una ciudad o una simple tienda para comprar.  Las mujeres de las familias son unas auténticas heroínas, si quieren comprar algo recorren horas y horas los caminos para llegar a la ciudad, a Guaranda. Todo lo que compran lo transportan como buenamente pueden en sus espaldas, todo el peso, y regresan a casa por los mismos caminos montañosos, horas y horas hasta poder llegar allá. Si alguna tiene suerte, para un coche en mitad del camino y les acerca a la ciudad. Por este servicio se cobra, a menos de que algún alma caritativa no lo haga.

En estas comunidades haremos misiones  con los jóvenes de la parroquia del 9 al 16 de Agosto. Nos dividiremos de tres en tres y viviremos en las casas de las comunidades durante una semana, yendo de casa en casa y ayudando y trabajando en todo lo que buenamente podamos.

Nos pasamos la vida quejándonos de tantas cosas... cuando cogemos una caja o algo que pesa, nos quejamos del peso, de lo que cuesta o de la vaguería que nos supone... día a día decenas y cientos de mujeres transportan kilos y kilos a sus espaldas para poder sobrevivir y darles lo mejor a sus familias y no se quejan, aun así levantan la mano cuando pasas a su lado para saludarte, sonreirte y darte sus bendiciones. Nos quejamos de que si nuestros baños están limpios o sucios o que si dejamos la tapa del baño subida, no sabemos lo que es que miles de personas no tengan ni esa tapa, ni ese baño, tan solo un agujero en el suelo con una puerta al lado y un trozo de papel en los mejores casos. Nos quejamos cuando caminamos 10 minutos de que algo está lejos, y ellos caminan horas y horas incluso días para simplemente desplazarse a sus casas o a una tienda donde comprar y volver. Nos quejamos de que se nos va la luz, que si el agua sale fría, que si... y hay tantos que no tienen y aún así VIVEN y VIVEN con ilusión, con esperanza, siempre unidos, entre toda la familia, no faltan los abrazos, los besos, los cariños, los niños pequeños, la sonrisa de que llegará un mañana mejor o de que el sol se pondrá de nuevo después de la tormenta. 

Fue un pequeño viaje realmente bueno, aunque cansado, que terminamos visitando en el monasterio de los monjes trapenses y de vuelta a casa. 

El otro lado de las cosas existe, solo hay que saber ver con el corazón todo aquello que nuestra ceguera no nos deja ver.

Noelia y Paula


No hay comentarios:

Publicar un comentario